¿Avanza el SARS-CoV-2 hacia la estacionalidad?

A pesar de que la creciente evidencia sugiere que la incidencia de la Covid-19 se ve afectada por factores ambientales, la estacionalidad del SARS-CoV-2 parece continuar siendo una posibilidad remota.

Científico analizando muestras en un microscopio (Foto. Freepik)
Científico analizando muestras en un microscopio (Foto. Freepik)

¿Acabará el SARS-CoV-2 por convertirse en una enfermedad estacional? Nos encontramos ante una pregunta cuya respuesta buscamos desde el inicio de la pandemia. En los primeros meses, marcados por la incertidumbre y la escasez de evidencia científica sólida, muchas voces apuntaban a que la incidencia del coronavirus descendería notablemente con la llegada de los meses más cálidos al igual que sucede con otros virus respiratorios como la gripe. La llegada de la temporada estival en 2020 supuso un descenso de los nuevos contagios, pero más que radicado en la estacionalidad del virus su origen los encontramos en las férreas medidas preventivas y confinamiento vividos, como demostró la segunda ola de la pandemia iniciada tras la relajación de estas.

Un nuevo estudio liderado por ISGlobal, cuyos resultados han sido publicados en Nature Computacional Science, concluye que el SARS-CoV-2 es una infección estacional que está relacionada con las bajas temperaturas y la humedad, al igual que sucede con la gripe.

“La cuestión de si la Covid-19 es una auténtica enfermedad estacional se vuelve cada vez más central, con implicaciones para determinar medidas de intervención eficaces”, expone Xavier Rodó, director del programa de Clima y Salud de ISGlobal y coordinador del estudio. Para la realización del estudio los investigadores analizaron la asociación entre la temperatura y la humedad en la fase inicial de la propagación del coronavirus en 162 países de los cinco continentes, antes de la implementación de medidas y restricciones. Su análisis revela una relación negativa entre la tasa de transmisión (R0) y la temperatura y la humedad a escala global. Esto quiere decir que las tasas de transmisión más altas se asociaron con temperatura y humedad más bajas.

Después el equipó analizó cómo la asociación entre el clima y la enfermedad evolucionaron con el tiempo y si se mantenía de forma consistente en diferentes escalas geográficas mediante la utilización de un método estadístico. Los autores del estudio afirman que las primeras olas epidémicas disminuyeron a medida que disminuían la temperatura y la humedad. Un patrón que se rompió durante el verano en todos los continentes. “Esto podría explicarse por varios factores, entre ellos las concentraciones masivas de jóvenes, el turismo y la climatización, entre otros”, explica Alejandro Fontal, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio.

“La cuestión de si la Covid-19 es una auténtica enfermedad estacional se vuelve cada vez más central, con implicaciones para determinar medidas de intervención eficaces”

Los efectos climáticos fueron más evidentes a temperaturas entre 12 y 18 grados y niveles de humedad entre 4 y 12 g/m 3, aunque los autores advierten que estos rangos aún son indicativos. Los autores concluyen que esta estacionalidad podría contribuir de manera importante a la transmisión del SARS-CoV-2, ya que se ha demostrado que las condiciones de baja humedad reducen el tamaño de los aerosoles y, por lo tanto, aumentan la transmisión aérea de virus estacionales como la influenza. 

La influenza es estacional y alcanza su punto máximo en invierno en las regiones templadas y en la estación húmeda en las regiones tropicales. Partiendo de esta base un estudio publicado en GeoHealth ha analizado las tasas de incidencias del SARS-CoV-2 entre marzo de 2020 y marzo de 2021 en Canadá, Alemania, India, Etiopía y Chile. Los autores de la investigación analizaron factores como la temperatura media diaria, grado de humedad, radiación ultravioleta y capacidad de secado del aire (cuantifica la velocidad a la que se vaporan las gotas de agua presentes en el aire).

De acuerdo con la investigación dos de estos factores, los niveles de radiación ultravioleta y la capacidad de secado del aire, guardaban relación constante con los niveles de Covid-19 en todos los países. La rápida evaporación de las gotas presentes en el aire y un alto grado de luz ultravioleta se han asociado con tasas decrecientes de SARS-CoV-2.

La rápida evaporación de las gotas presentes en el aire y un alto grado de luz ultravioleta se han asociado con tasas decrecientes de SARS-CoV-2

La rápida expansión global de la variante Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica) ha cambiado por completo la fase de la pandemia en la que nos encontramos. La nueva variante ha conseguido desplazar a Delta (B.1.617.2, detectada originalmente en India) gracias a una mayor capacidad de transmisión y mayor escape inmunitario, aunque la evidencia sugiere que provoca una enfermedad más leve. En este nuevo contexto la posibilidad de que el SARS-CoV-2 se convierta en una infección estacional ha vuelto a cobrar fuerza ante los planes de algunos países, como es el caso de España, de avanzar una vez finalice la ola actual hacia un modelo centrado en tratar y vigilar la Covid-19 como el resto de enfermedades respiratorias.

“Probablemente la Covid-19 se transforme en una infección estacional que nos recuerde a la gripe, con mayor incidencia en meses fríos, producción en un porcentaje pequeño de los infectados de complicaciones respiratorias y/u otras, necesidad de recuerdos vacunales, trasmisión por vía respiratoria…”, expone en ConSalud.esJosé Antonio Oteo Revuelta, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica y jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas.

“Con un aumento en la inmunidad y más vacunación, podemos esperar alcanzar una situación más sostenible con la circulación de la Covid-19 a niveles manejables más rápido, pero debemos ser cautelosos con las predicciones a largo plazo y el mantenimiento de las intervenciones no farmacéuticas clave”, declaraba recientemente Stella Kyriakides, Comisaria de Salud y Seguridad Alimentaria de la Unión Europea.

El director de Programas de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mike Ryan, pronosticaba que el SARS-CoV-2 continuará evolucionando antes de que se establezcan patrones. Una vez lleguemos a este punto, lo más probable es que se asiente en niveles bajos de transmisión con epidemias potencialmente ocasionales que, en un principio, podrían acabar por ser estacionales o afectar únicamente a los grupos más vulnerables.

En el punto de la pandemia en el que nos encontramos conviene diferenciar entre una enfermedad endémica y una estacional. Cuando hablamos de enfermedades endémicas lo hacemos de aquellas que están presentes de forma continuada en una población, en un área geográfica determinada. En el caso de las enfermedades estacionales, su prevalencia se vincula a una época concreta del año. Hasta la fecha, la Covid-19 ha provocado distintas olas con picos de casos, hospitalizaciones y muertes tras la explosión inicial registrada en la primavera de 2020. Los expertos coinciden a la hora de señalar que el coronavirus continúa produciendo olas de elevado impacto y no se han establecido patrones como sí sucede con la gripe, por lo que, por el momento, la tendencia hacia la estacionalidad parece una posibilidad remota. 

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