La forma en la que planificamos nuestras ciudades define la calidad de vida en las mismas. No solo tiene repercusión en la calidad de los espacios, sino que repercute directamente en la calidad del aire que respiramos, del agua que bebemos y la disponibilidad de alimentos nutritivos o en el acceso a servicios como el empleo, la educación o la salud.
Con el tiempo hemos aprendido lecciones muy valiosas sobre planificación urbana y territorial que se ha erigido como una disciplina multisectorial. Motivo por el que uno de los desafíos a los que nos enfrentamos es garantizar que los países cuenten con el conocimiento suficiente para integrar la salud y el bienestar en los procesos de planificación.
Una fotografía que ha puesto de relieve la pandemia. A medida que la propagación del SARS-CoV-2 continúa acentuando la necesidad del distanciamiento social como una de las medidas más eficaces para frenar su expansión, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado un libro en colaboración con la ONU en el que se pone el foco en la importancia que juega la planificación urbana en nuestra salud.
AMENAZAS PARA LA SALUD
Muchas ciudades se enfrentan a amenazas relacionadas con la salud vinculadas con la planificación urbana y territorial. Las enfermedades infecciosas prosperan en urbes masificadas por su volumen poblacional o en las que escasean los correctos accesos a agua limpia o que carecen de sistemas adecuados de saneamiento e higiene.
Vivir en entornos poco saludables se tradujo en 2012 en la muerte de 12,6 millones de personas
Vivir en entornos poco saludables se tradujo en 2012 en la muerte de 12,6 millones de personas. La contaminación del aire estuvo relacionada de forma directa con el fallecimiento en 2016 de más de siete millones de personas. A pesar de estos datos, solo una de cada 10 ciudades en todo el mundo cumple con los estándares de calidad del aire.
“Si el propósito de la planificación urbana no se utiliza para mejorar nuestra salud, ¿para qué sirve?”, expresaba recientemente la directora de Salud Pública de la OMS, María Neira. “De forma ideal, las ciudades se construyen pensadas para mantener niveles de vida y trabajo adecuados, crecimiento económico sostenido, desarrollo social, sostenibilidad ambiental y mejor conectividad, pero, la cuestión principal de todas estas se reduce a la salud física y mental y al bienestar”.
“Las inversiones en planificación urbana y territorial basadas en la salud aseguran legados de bienestar a largo plazo”, manifiesta la doctora Nathalie Roebbel, jefa de la Unidad de Salud y Calidad del Aire de la OMS.
Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Para 2050 se espera que la población urbana se eleve hasta el 70% y, sin embargo, el 75% de las infraestructuras necesarias que se requerirán aún no se han construido.
La contaminación del aire estuvo relacionada de forma directa con el fallecimiento en 2016 de más de siete millones de personas
Hecho que para la OMS supone una gran oportunidad para construir áreas urbanas transformadoras con un refuerzo del vínculo de la relación existente entre los espacios y nuestra salud.
En este sentido una consideración esencial es la equidad ya que existen diferencias sustanciales entre los distintos países.
“La planificación urbana y territorial proporciona un marco para alinear y transformar nuestros entornos naturales y construidos. Volver a poner la salud humana y ambientan en el centro de este proceso nos brindará entornos más saludables y resistentes”, explica la responsable de Planificación, Finanzas y Economía de ONU-Hábitat, Laura Petrella.
¿QUÉ HEMOS APRENDIDO DE LA COVID-19?
La pandemia se ha traducido en la pérdida de cientos de miles de vidas y millones de infectados empujando al mundo a la peor recesión económica desde 1930. Las sociedades necesitan protegerse ante el creciente número de enfermedades infecciosas que afectan cada vez más a los seres humanos.
Para 2050 se espera que la población urbana se eleve hasta el 70% y, sin embargo, el 75% de las infraestructuras necesarias que se requerirán aún no se han construido
Una vez iniciada la transmisión comunitaria de la Covid-19, los sistemas de vigilancia y respuesta, tanto nacionales como internacionales, no han sido lo suficientemente fuertes o rápidos para detener la propagación. A medida que la pandemia ha ido avanzando se ha puesto de manifiesto la falta de una cobertura sanitaria universal que ha dejado a millones de personas, muchas en países desarrollados, sin un acceso asequible y de calidad a sistemas sanitarios.
En este sentido desde la OMS expresan que el ahorro en costes económicos descuidando la protección del medio ambiente, la respuesta ante situaciones de emergencia, la calidad de los sistemas de salud y las redes de seguridad social, ha demostrado ser una falsa economía que ahora nos está pasando factura.
Motivos por los que la planificación urbana tiene que respetar el medio ambiente ya que las economías no son más que el producto de sociedades humanas saludables que dependen de este.
El riesgo de enfermedades infecciosas es cada vez más elevado y el 60% de estas proceden de los animales por lo que los planes puestos en marcha para la recuperación tras la pandemia deben ir más allá de la detección temprana y el control de posibles brotes epidémicos. Estos requieren un foco centralizado en la disminución de nuestro impacto en el medio ambiente y la construcción de espacios adecuados que lo respeten y nos proporcionan seguridad ante posibles enfermedades.