Reducir el consumo de sal salvaría más de 2,5 millones de vidas cada año en todo el mundo

Un consumo de sal inferior a cinco gramos diarios en un adulto contribuye a reducir la tensión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular e infarto de miocardio.

La OMS recomienda ajustar a la baja su consumo en los niños con edades comprendidas entre los dos y los 15 años (Foto. Freepik)

El incremento en la producción de productos elaborados y la evolución de los modos de vida modifican de forma cada vez más notable nuestros hábitos alimenticios. Los alimentos elaborados son cada vez más frecuentes y asequibles y las poblaciones consumen cada vez más alimentos ricos en energía que contiene muchas grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcar y sal. Esta última es la fuente principal de sodio y el crecimiento reportado en su consumo se asocia con la hipertensión, así como a un mayor riesgo de padecer cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.

Un escenario en el que hemos reducido nuestro consumo de frutas y verduras, claves en una alimentación sana y ricas en potasio que contribuye a reducir la presión arterial. En nuestra alimentación, la sal puede proceder de alimentos elaborados ricos en sal, por el excesivo consumo de algunos productos como el pan o por la adición de sal en los procesos de elaboración de las comidas.

Ante esta fotografía la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la mayoría de las personas ingieren un preocupante exceso de sal, con un promedio de entre nueve y 12 gramos diarios, duplicando la ingesta recomendada.

La entidad indica que un consumo de sal inferior a cinco gramos diarios en un adulto contribuye a reducir la tensión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular e infarto de miocardio. El principal beneficio de reducir la ingesta de sal es la correspondiente disminución de la hipertensión arterial.

La mayoría de las personas ingieren un preocupante exceso de sal, con un promedio de entre nueve y 12 gramos diarios, duplicando la ingesta recomendada

Motivo por el que los estados miembros de la OMS acordaron a finales del pasado mes de abril la reducción en un 30% del consumo de sal de la población mundial hasta el año 2025. Tal y como se indica en su propósito, la disminución de la ingesta de sal se considera una de las medidas más costoeficaces que los países pueden adoptar para mejorar la situación sanitaria de la población. Y es que las principales medidas para su reducción generarán un año más de vida sana a un coste inferior al PIB por persona.

Además, las estimaciones señalan que podrían evitarse más de 2,5 millones de muertes al año si el consumo de sal a nivel global se redujera hasta alcanzar los estándares recomendados.

La OMS recomienda ajustar a la baja su consumo en los niños con edades comprendidas entre los dos y los 15 años. Establecen que toda la sal que se consuma debe ser yodada, es decir, enriquecida con yodo que resulta esencial para un desarrollo sano del cerebro así como para optimizar las funciones mentales en general.

POLÍTICAS Y ESTRATEGIAS

Con esta información las políticas y estrategias públicas deben crear entornos que permitan a las poblaciones consumir cantidades suficientes de alimentos salubres y nutriticos que con constituyan una dieta sana pobre en sal. En este sentido la OMS establece las siguientes estrategias para la reducción del consumo de sal:

  • Políticas públicas, incluidas las políticas fiscales y reglamentaciones que garanticen la producción por los fabricantes y los minoristas de alimentos más sanos, o que faciliten la accesibilidad económica y la disponibilidad de productos sanos.
  • Colaboración con el sector privado para mejorar la accesibilidad y disponibilidad de productos hiposódicos.
  • Sensibilización de los consumidores y la capacidad de acción y decisión de las poblaciones gracias al marketing social y a la movilización para hacer conocer la necesidad de reducir el consumo de sal.
  • Creación de un entorno propicio para la reducción de la sal por medio de intervenciones en el plano de la política local y la promoción de ámbitos favorecedores de «una alimentación sana», como las escuelas, los lugares de trabajo, las comunidades o las ciudades.
  • Vigilancia del consumo de sal de la población, de las fuentes de sal en la alimentación, y de los conocimientos, las actitudes y los comportamientos de los consumidores respecto de la sal a fin de orientar las decisiones políticas.

 

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