La SEEN busca factores de riesgo que ayuden a prevenir la aparición de tumores neuroendocrinos

“La asignatura pendiente en el diagnóstico del cáncer de tiroides es saber qué nódulo tiroideo maligno va a ser agresivo y cuál no. El estudio de marcadores genéticos y moleculares aportará en el futuro información valiosa”, asegura el doctor Juan Carlos

Cristina Lamas, coordinadora general del Área de Neuroendocrinología de la SEEN.
Cristina Lamas, coordinadora general del Área de Neuroendocrinología de la SEEN.
CS
20 septiembre 2018 | 17:50 h
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Además del cáncer de tiroides, la endocrinología se ocupa de los tumores neuroendocrinos que, como explica la doctora Cristina Lamas, coordinadora general del Área de Neuroendocrinología de la SEEN, “derivan de las células neuroendocrinas que, aunque tienen un origen embrionario común (la cresta neural), se distribuyen por todo el organismo y se especializan en la producción de distintas hormonas, dependiendo del órgano final en que se alojan”. Encontramos tumores neuroendocrinos en distintos órganos y sistemas, siendo la localización más frecuente el sistema digestivo (principalmente el páncreas, seguido del intestino delgado), pero también en vías respiratorias, glándulas endocrinas o sistema nervioso autónomo, entre otros.

Con una incidencia en España de unos 5 casos por 100.000 habitantes al año, se trata de tumores poco frecuentes, salvo en familias que presentan enfermedades hereditarias predisponentes. “La prevalencia de estos tumores ha ido aumentando en los últimos años, debido a un mayor diagnóstico por la disponibilidad de más y mejores técnicas de imagen, y a su larga supervivencia, al haber aumentado los casos que se diagnostican en estadios precoces”, indica la doctora Lamas y añade que “sabemos poco respecto a los factores de riesgo para este tipo concreto de tumores; son necesarios más estudios que nos ayuden a identificar factores modificables para prevenir su aparición en la población”.

Aunque la incidencia del cáncer de tiroides está aumentando progresivamente, su tasa de supervivencia es muy alta; superior al 95%

A menudo, es el estudio de estos síntomas por un endocrinólogo el que lleva al diagnóstico. Nuestro conocimiento de las características del tejido endocrino nos va a permitir elegir las mejores técnicas diagnósticas para cada paciente y su correcta interpretación“, expone Lamas.

Una vez diagnosticado, el manejo de un tumor neuroendocrino requiere de un equipo multidisciplinar, con endocrinólogos, cirujanos, oncólogos, radioterapeutas, radiólogos, patólogos y expertos en medicina nuclear, ya que los posibles tratamientos son muchos: intervenciones quirúrgicas, tratamientos hormonales, utilización de isótoposradioactivos ofármacos biológicos, quimioterapia, radioterapia, etc.“El papel del endocrinólogo se centrará en la valoración del tratamiento más indicado en cada situación, en el control de los síntomas inducidos por la hipersecreción hormonal y en el uso terapéutico de antagonistas de receptores hormonales”, destaca la doctora.

Según la experta, existen tumores neuroendocrinos poco agresivos, en los que con un tratamiento adecuado se pueden conseguir supervivencias muy largas, incluso con metástasis; pero también los hay de comportamiento más agresivo, que responden peor a los tratamientos y progresan en poco tiempo.“La investigación debe desarrollarse tanto en el laboratorio, para un mejor conocimiento de las células tumorales que nos permita identificar posibles dianas terapéuticas, finaliza.

EL VALOR DE LA INVESTIGACIÓN

Con 15 casos nuevos al año entre las mujeres españolas y 6 entre los hombres por cada 100.000 habitantes, la incidencia del cáncer de tiroides en nuestro país está aumentando, aunque su tasa de supervivencia es muy alta, situándose en el 95%. En este sentido, el doctor Juan Carlos Galofré Coordinador del Área de Conocimiento de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (TiroSEEN), manifiesta que “la asignatura pendiente en el diagnóstico del cáncer de tiroides es saber qué nódulo tiroideo maligno va a ser agresivo y cuál no”.

Galofré apuesta por más investigación y asegura que “la asignatura pendiente en el diagnóstico es llegar a conocer qué nódulo tiroideo maligno va a ser agresivo y cuál no. Hay carcinomas papilares de tiroides que no crecen y no generan metástasis, incluso que pueden llegar a desaparecer espontáneamente. Pero una gran minoría de carcinomas papilares son agresivos y metastatizan en el cuello, en el pulmón o en el hueso. Actualmente tenemos dificultades para poder conocer la agresividad potencial en el diagnóstico y ajustar el tratamiento a la agresividad de la enfermedad. Seguramente el estudio de marcadores genéticos y moleculares nos aportará en el futuro información valiosa”.

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