Un niño se clava una jeringuilla con hepatitis C en el Hospital Gil Casares de Santiago

El pequeño de dos años de edad tiene que esperar seis meses para saber si ha contraído la enfermedad

Hospital Gil de Casares
Hospital Gil de Casares
CS
11 marzo 2019 | 11:15 h

Un niño de dos años se ha pinchado con una jeringuilla que contenía hepatitis C mientras jugaba en el parque del Hospital Gil Casares de Santiago de Compostela. Los hechos ocurrieron el pasado 16 de febrero

La jeringuilla había sido utilizada por un toxicómano que la dejó allí abandonada. El padre, que estaba a escasa distancia del niño, le oyó llorar y se acercó a él para comprobar qué había pasado. Fue entonces cuando se percató de que el pequeño tenía la aguja clavada en una mano y que en el tubo había restos de sangre.

Las pruebas por ahora no muestran contagio aunque es muy pronto para afirmar nada

Tras acudir al servicio de Urgencias del Hospital Clínico, los análisis confirmaron que estaba infectada con el virus de la hepatitis C. Las pruebas a las que ha sido sometido dan negativo, sin embargo, hasta dentro de seis meses no se podrá descartar por completo el diagnóstico.

La familia todavía no ha llevado el caso ante los tribunales, pero han decidido hacer pública la historia para alertar a la Consejería de Sanidad y evitar de esta forma que un caso similar vuelva a producirse.

La familia del niño que se clavó una jeringuilla infectada con el virus de la hepatitis C está viviendo una auténtica pesadilla. “Esta semana se hizo unas pruebas y nos darán los resultados dentro de diez días. Luego, dentro de otros quince días, tendrá que hacerse otras y así hasta dentro de seis meses, que es hasta cuando nos han dicho que puede aparecer el virus”, explica el padre a La Voz de Galicia.

“Es muy duro, porque esta enfermedad le puede fastidiar la vida a mi hijo con tan solo dos años”, añade. Además de la preocupación por la propia salud del crío, está la posibilidad de que se contagie su hermano o ellos mismos, una situación que está devastando al matrimonio. “Yo soy un poco más fuerte, pero mi mujer lo lleva mucho peor y es imposible que deje de pensar en lo que pueda pasar”, señala.

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