Oxford comparte el descubrimiento de cerebros humanos bien conservados con 12.000 años de antigüedad

Hasta ahora se pensaba que la conservación del cerebro humano tras la muerte era un fenómeno inusual. Sin embargo, el estudio de la Universidad de Oxford ha reunido 4.000 órganos antiguos conservados y ahora investiga qué factores han podido influir

Alexandra Morton Hayward, investigadora de posgrado del Departamento de Ciencias de la Tierra, con cerebros humanos antiguos conservados (Foto. Fotomontaje Influcare)
Alexandra Morton Hayward, investigadora de posgrado del Departamento de Ciencias de la Tierra, con cerebros humanos antiguos conservados (Foto. Fotomontaje Influcare)
veronica serrano
26 marzo 2024 | 13:00 h
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La conservación de los órganos del cuerpo humano después de la muerte se ha considerado como un auténtico hito, ya que los tejidos blandos tienden a descomponerse. Sin embargo, varios restos arqueológicos han demostrado que algunos cerebros han sobrevivido con el paso de los siglos y milenios. Inquietados por este hecho, un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford ha realizado un estudio para tratar de averiguar las causas de este fenómeno.

La reputada universidad ha difundido los hallazgos recientes a través de las redes sociales, donde ha explicado que reúne los registros de más de 4.000 cerebros humanos, procedentes de más de 200 fuentes diferentes. La suma proviene de seis continentes (la Antártida queda excluida) y algunos cuentan con más de 12.000 años de antigüedad, varios de ellos, encontrados en registros del siglo XVII.

Estos tejidos conservados, ya encogidos y descoloridos, proceden de todo tipo de personas: desde la realeza egipcia y coreana, pasando por monjes británicos y daneses, hasta exploradores del Ártico y víctimas de la guerra. Por lo tanto, para realizar el estudio, el equipo de investigadores dirigido por la investigadora de posgrado del Departamento de Ciencias de la Tierra, Alexandra Morton-Hayward, comparó cada cerebro con los datos climáticos históricos de la zona en la que fueron ubicados. 

Universidad de Oxford en X (Foto. @UniofOxford)

De esta manera, pudieron acceder a los patrones de condiciones ambientales que habían permitido la conservación de dichos órganos. Para este punto, el estudio ha recogido como formas de conservación la deshidratación, la congelación, la saponificación (la transformación de grasas en "cera de tumba") y el curtido (generalmente con turba, para formar cuerpos de pantano).

La conclusión es que los cerebros, que se han recogido de distintas partes del mundo, pueden conservarse en condiciones climáticas muy diferentes. Tal y como ha afirmado Erin Saupe, profesora del Departamento de Ciencias de la Tierra de Oxford, “este registro de cerebros antiguos pone de relieve la variedad de entornos en los que pueden conservarse, desde el alto Ártico hasta los desiertos áridos”.

Sin embargo, el mecanismo de conservación de los cerebros más antiguos aún se desconoce, ya que algunos datan de la Edad de Hielo. El equipo de investigación sugiere la reticulación molecular (reacción química por la que los polímeros se unen formando una red) y la complejación de metales (proteínas y lípidos que se fusionan en presencia de elementos como el hierro o el cobre).

“Es apasionante explorar todo lo que pueden decirnos sobre la vida y la muerte de nuestros antepasados”

Por el momento, la investigación sigue en curso y aún cabe analizar si son las condiciones ambientales o la “bioquímica única del cerebro” los factores que intervienen en la conservación del tejido nervioso tras la muerte. En palabras de la directora del proyecto, “es el foco de nuestro trabajo actual y futuro”, a lo que añade que están descubriendo muchas biomoléculas en los órganos. “Es apasionante explorar todo lo que pueden decirnos sobre la vida y la muerte de nuestros antepasados”, concluye.

A pesar de que la conservación de los tejidos blandos se haya considerado como bastante inusual hasta la fecha, la impresionante cifra de 4.000 cerebros humanos antiguos reunidos para el estudio de la Universidad de Oxford aporta un nuevo enfoque. Además, el estudio puede proporcionar conocimientos nuevos y únicos sobre la historia del ser humano, arrojando nuevos datos sobre la salud y las enfermedades antiguas, pero también sobre la evolución de la cognición y el comportamiento en la especie.

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