Educación ambiental: garante de la salud condenada al ostracismo de la atención política y social

La falta de educación sanitaria y ambiental ha quedado expuesta en estos años de pandemia a través de los límites de los que hemos sido testigo en campos como la salud pública, políticas sanitarias o la epidemiología.

Mascarilla tirada en el mar (Foto. Pexels)
Mascarilla tirada en el mar (Foto. Pexels)
Ángel Luis Jiménez
26 enero 2023 | 00:00 h

El cambio climático se erige como la mayor amenaza para la salud. Las previsiones efectuadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que entre 2030 y 2050 el cambio climático será el responsable de 250.000 muertes adicionales cada año debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea o el estrés térmico. El coste directo estimado de los daños para la salud oscilará entre los 2.000 y los 4.000 millones de dólares cada año hasta el 2030. La humanidad ha sido testigo en los últimos años de los distintos efectos del cambio climático y de cómo los eventos climatológicos extremos se suceden con cada vez una mayor frecuencia. Ante esta fotografía la filosofía “One Health”, entender que la salud humana, animal y el medio ambiente son un conjunto indisoluble, está cada vez más presente en las distintas políticas.

La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha supuesto un baño de realidad para la humanidad: el mundo no estaba preparado para una crisis sanitaria de esta magnitud. Y, lo peor de todo, es que la comunidad científica es consciente de que la Covid-19 no será la última enfermedad que ponga contra las cuerdas nuestras sociedades, economías, sistemas sanitarios y formas de vida. La situación que vivimos actualmente cobra especial relevancia este 26 de enero, fecha marcada en el calendario como el Día Mundial de la Educación Ambiental.

Una efeméride que tiene como potenciar la necesidad de la educación ambiental, especialmente relacionada con la salud. Su principal misión se focaliza en la identificación de los principales problemas ambientales tanto a nivel global, nacional como local, para crear conciencia política y social sobre la imperiosa necesidad de participar en la conservación y protección del medio ambiente.

En este sentido la OMS enfatiza que “un medio ambiente saludable es vital para garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades”. La salud pública ambiental es otro concepto sobre el que en este día debemos detenernos. Este hace referencia a la intersección entre el medio ambiente y la salud pública con la meta de abordar los factores ambientales que influyen en la salud humana y que incluyen factores físicos, químicos y biológicos, así como todos los comportamientos relacionados con estos. De forma conjunta, todas estas condiciones se califican como “determinantes ambientales de la salud”.

La importancia de la educación ambiental tiene que trascender y ser reconocida por política y socialmente como una de las herramientas más eficaces

Cualquier tipo de amenaza sobre estos determinantes puede tener efectos adversos en la salud y el bienestar de la población, por lo que abordar los determinantes ambientales de la salud mejora de forma directa la salud. Y es aquí donde la educación ambiental se posiciona como una pieza clave. Esta tiene un doble propósito. En primer lugar, debe generar conocimiento y evidencia sobre cómo responder a los problemas de salud ambiental que se plantean y, en segundo, debe promover una buena salud mediante la utilización adecuada y responsable de los recursos de los que disponemos.

La crisis sanitaria global causada por la Covid-19 ha puesto de manifiesto  el ostracismo al que las sociedades han condenado durante demasiado tiempo a dos conceptos fundamentales: la educación sanitaria y la forma en la que los seres humanos nos relacionamos con nuestro entorno. Dos elementos que se erigen como primordiales en la comprensión del origen y desarrollo de las enfermedades infecciosas que originan las epidemias.

La falta de educación sanitaria y ambiental ha quedado expuesta en estos años de pandemia a través de los límites de los que hemos sido testigo en campos como la salud pública, políticas sanitarias o la epidemiología. El mejor ejemplo lo encontramos en el hecho de que uno de los grandes aprendizajes que nos ha dejado la Covid-19 es la importancia para nuestra salud que tiene un gesto tan sencillo como el lavado de manos.

La crisis climática en la que nos hallamos inmersos amenaza con deshacer todos los progresos que se han logrado en los últimos 50 años en salud mundial, reducción de la pobreza y está aumentando la brecha de las desigualdades sanitarias existentes entre las poblaciones y dentro de ellas.

“A corto y medio plazo, los efectos del cambio climático sobre la salud vendrán determinados principalmente por la vulnerabilidad de las poblaciones, su resiliencia al ritmo actual del cambio climático y el alcance y ritmo de la adaptación. A más largo plazo, los efectos dependerán cada vez más de la medida en que se tomen ahora medidas transformadoras para reducir las emisiones y evitar que se alcancen umbrales de temperatura peligrosos y posibles puntos de inflexión irreversibles”, asevera la OMS.

Razones por las que en este día, la educación ambiental debe gozar de la relevancia que tiene como garante de la salud pública. Y, la principal lección con la que todos debemos quedarnos este 26 de enero es que la importancia de la educación ambiental tiene que trascender y ser reconocida por política y socialmente como una de las herramientas más eficaces a la hora concienciar sobre el papel que cada uno de nosotros puede desempeñar en la conservación y protección de nuestro entorno.

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