Enfermedades crónicas en tiempos de guerra: “Suponen muertes silenciosas de pacientes no atendidos"

La secretaria de la Junta Directiva de la SEE, Isabel Portillo, explica en ConSalud.es cómo los conflictos bélicos actuales están impactando en las enfermedades crónicas de la población

La secretaria de la Junta Directiva de la SEE, Isabel Portillo, explica cómo los conflictos bélicos están impactando en las enfermedades crónicas (Foto. Freepik)
16 abril 2024 | 00:00 h
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En los últimos años, los conflictos bélicos han ido aumentando y escalando a gran velocidad. La guerra de Ucrania o el conflicto que se está viviendo en Gaza ocupan a diario la actualidad informativa, que suele hacer referencia al número de víctimas, tanto heridas como mortales, que incrementa cada día. Sin embargo, esta situación no solo repercute en la salud de las personas en materia de muertes, amputaciones o heridas de diversa índole, sino que afecta en gran medida a las enfermedades crónicas.

“No solo hay bombardeos, heridos, deshidratación o enfermedades transmisibles. A veces, nos olvidamos de que las personas que tienen una patología crónica como la diabetes, o que necesitan diálisis o atención oncológica, también tienen problemas. Esto engloba a un gran número de pacientes, pues en torno al 20% de la población se encuentra dentro de esta situación”, explica para ConSalud.esIsabel Portillo, secretaria de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y médico especialista en medicina preventiva y salud pública.

Las enfermedades crónicas más comunes que se ven afectadas en las guerras son la diabetes, la enfermedad renal o el cáncer, que cuenta con la principal problemática de que, debido a la falta de acceso a un correcto diagnóstico, suele detectarse en fases avanzadas. “Esto va a suponer que los pacientes mueran de una manera muy precoz”.

“En estos contextos, las enfermedades cardiovasculares o cerebrovasculares, por ejemplo, van a suponer muertes prematuras"

En esta misma línea, el acceso a la atención médica en la mayoría de casos es prácticamente imposible. En primer lugar, las guerras causan la destrucción de infraestructuras y servicios, “a pesar de que, desde la Declaración de La Haya en 1907, se prohíben los ataques a hospitales y establecimientos asistenciales, así como a personal sanitario. Estos ataques son algo que estamos viendo en Gaza todos los días. Prueba de ello es la destrucción de su último hospital, que atendía a las personas en la Franja”.

En segundo lugar, el acceso a la atención se ve también limitado ante los desplazamientos de la población. “En Siria, en Afganistán, en Ucrania o en Gaza, las personas pierden el acceso a sus tratamientos y a sus diagnósticos, debido a que se desplazan a otros territorios. Esto limita la atención médica en general y, en especial, en enfermedades no transmisibles”, continúa la experta.

Del mismo modo, el acceso a medicamentos es también limitado, especialmente a aquellos que precisan seguimiento o son difíciles de adquirir. “En estos contextos, las enfermedades cardiovasculares o cerebrovasculares, por ejemplo, van a suponer muertes prematuras. Además, hasta un 20% de los cánceres van a ser desatendidos y van a provocar muertes que no aparecen en ningún lado. Son muertes silenciosas de personas que fallecerán sin atención médica”.

A largo plazo, los conflictos bélicos acarrean consecuencias como personas refugiadas o pobreza, algo que también dificulta el acceso a una atención médica óptima. “Aumentarán las desigualdades, puesto que los desplazados con un nivel socioeconómico bajo acudirán a países con recursos también limitados, como está pasando ahora en la guerra de Sudán”.

Ante este escenario, para garantizar la continuidad de los tratamientos, hay que hacer una priorización y una visualización de estos problemas, de acuerdo con la especialista en medicina preventiva y salud pública. “Es difícil hacer esta valoración, porque sabemos que los tratamientos están limitados y pueden caer en el mercado negro. Es algo que las organizaciones tenemos que tener en cuenta”.

También hay que tener presente que los países en conflicto priorizan la atención urgente, que hay falta de recursos e, incluso, que los propios profesionales que atienden a los pacientes son objeto del conflicto. “Puede incluso que estén movilizados para la guerra, por lo que hay carencias de personal sanitario”.

Para proteger la salud de las personas en estos conflictos, las organizaciones y los gobiernos deben, según la experta, priorizar la financiación de la atención comunitaria, analizar cuál es la situación y poner los medios necesarios. “Esto es bastante complejo, pero la ayuda y la financiación internacional son fundamentales, así como todo lo que suponen las redes de apoyo y el trabajo en la comunidad para disminuir el impacto, especialmente a nivel de distribución de los recursos, que son muy limitados”.

SALUD MENTAL Y CONFLICTOS BÉLICOS

A parte de las enfermedades crónicas, otro gran problema silencioso es el de la salud mental. “Como estamos viendo en vivo y en directo, los conflictos bélicos afectan a las personas provocando la muerte de familiares, destrucción de casas, universidades, centros de culto y otras infraestructuras. Mueren una gran cantidad de niños, dejando familias destrozadas tanto durante el conflicto como en los momentos posteriores”.

“Es importante que la población tome conciencia de que no solo hay muertes y afectación directa, porque un 70% de la población va a desarrollar una enfermedad crónica a lo largo de su vida"

Esto hace que las personas sufran de ansiedad generalizada, estrés postraumático u otras enfermedades mentales que quedan desatendidas. A su vez, en los conflictos bélicos se suele ejercer también mucha violencia contra las mujeres, que son objeto de agresiones de todo tipo. A su vez, muchos niños padecen desnutrición, lo que les llevará a sufrir problemas crónicos a lo largo de su vida.

“Es importante que la población tome conciencia de que no solo hay muertes y afectación directa, porque un 70% de la población va a desarrollar una enfermedad crónica a lo largo de su vida. Hay que hacer una llamada a la paz y a la equidad, para que no se agraven los problemas de desatención y de salud. Los conflictos no son puntuales, y las muertes silenciosas tampoco”, concluye Isabel Portillo.

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