África frente a la “nueva normalidad”: una pandemia subestimada que amenaza la salud global

Las cifras oficiales relativas a la Covid-19 en el continente africano están muy lejos de la realidad. Los casos continúan aumentando y gran parte de la población continúa sin ser vacunada.

Profesional sanitario realizando test de antígenos en Sudáfrica ante el incremento de los casos (Foto. WHO Africa Region)
Profesional sanitario realizando test de antígenos en Sudáfrica ante el incremento de los casos (Foto. WHO Africa Region)

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de un preocupante repunte de casos por tercera semana consecutiva en el sur de África, a medida que la región se aproxima al invierno austral. “Este aumento de casos es una señal de advertencia temprana que estamos analizando de cerca”, manifestaba el director de Preparación y Respuesta ante Emergencias de la OMS para el sur de África, el doctor Abdou Salam Gueye, a través de un comunicado recogido por Efe.

El escenario epidemiológico que observamos en el continente africano es complejo. Desde el inicio de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 muchas voces alertaron de las nefastas consecuencias que podría suponer el avance del virus en los países africanos de la forma en que lo había hecho ya en Asia y Europa. La mayoría de las naciones africanas cuentan con sistemas sanitarios debilitados debido a la falta de recursos y la lucha contra otras epidemias y la significativa dependencia en muchos casos de la ayuda internacional, interrumpida en los meses más críticos, hacían prever una catástrofe sanitaria en el continente.

Lo cierto es que la pandemia fue avanzando y la Covid-19 no afectó a África en las dimensiones que se esperaban. Al menos no de forma oficial. Un reciente análisis publicado por la OMS revela que entre enero de 2020 y diciembre de 2021 alrededor de 8,2 millones de personas se infectaron en todo el continente. Una cifra ínfima para un territorio en el que en 2020 vivían alrededor de 1.300 millones de personas, es decir, el 17% de la población mundial.

Pero el referido informe de la agencia de la salud de la ONU no focaliza su atención en la cifra oficial de casos reportados, sino en la que se estima como verdadera de acuerdo con la evaluación de 151 estudios de seroprevalencia realizados en la región. La OMS indica que el número de casos de Covid-19 en el continente hasta septiembre de 2021 supera los 800 millones.

CIFRAS OFICIALES MUY ALEJADAS DE LA REALIDAD

La abismal diferencia entre las cifras oficiales y la estimada por la OMS tiene una sencilla explicación: pocos países africanos cuentan con sistemas de detección y rastreo del virus lo que ha llevado a un infradiagnóstico de la incidencia. Según los datos publicados recientemente por Reuters, el acumulado histórico oficial apenas supera los 12 millones de contagios y 253.000 muertes por Covid-19 documentadas hasta la fecha. Un aspecto fundamental a destacar además es que de los casi 5.700 millones de pruebas diagnósticas para detectar la Covid-19 realizadas hasta el momento en todo el mundo, solo el 20% se han realizado en países de medios y bajos ingresos a pesar de que en estas naciones vive el 50% de la población del planeta. Tan solo el 0,4% de las pruebas diagnósticas se han realizado en países de bajos ingresos.

De los casi 5.700 millones de pruebas diagnósticas para detectar la Covid-19 realizadas hasta el momento en todo el mundo, solo el 20% se han realizado en países de medios y bajos ingresos a pesar de que en estas naciones vive el 50% de la población del planeta

La baja mortalidad en el continente (atendiendo a las cifras oficiales que, al igual que los diagnósticos de casos, está infravalorada) puede responder, según los expertos, a varios factores. El primero de ellos es que las naciones africanas cuentan con poblaciones más jóvenes que las que habitan, por ejemplo, en Europa. Esto se ha traducido en que, aunque la cifra real de contagios haya sido tan elevada como la calculada por la OMS, esas infecciones se hayan cursado de forma leve o asintomática. Cabe señalar que la población mayor de 60 años en el continente apenas representa el 4% del total.

En este sentido debemos tener en cuenta las notables diferencias entre países. Los sistemas de registro de nacimientos y fallecimientos no son igual de exhaustivos en todos y países. En este punto hay que hablar de excepciones como la de Sudáfrica. El país cuenta con una cobertura asistencial mayor que otras naciones, así como con sólidas capacidades de secuenciación como el mundo ha podido comprobar con la detección de dos variantes de preocupación: Gamma (B.1.351) y Ómicron (B.1.1.529).

La tasa de mortalidad por Covid-19 en Sudáfrica no dista tanto de la que podemos encontrar en países europeos. Hecho que refuerza que la pandemia ha afectado también seriamente al continente, pero los factores expuestos han impedido obtener cifras cercanas a la verdadera realidad. Diferentes organismos han explicado que muchas personas mueren en sus casas porque no pueden llegar a un centro médico y parte de los decesos no quedan registrados por las autoridades civiles.

Una estimación hecha pública por Naciones Unidas expone que los sistemas oficiales de registro solo han contabilizado una de cada tres muertes, especialmente en el África subsahariana.

COMBINACIÓN DE MÚLTIPLES FACTORES

Algunos expertos han señalado también a lo largo de estos dos años que la existencia de una posible inmunidad cruzada, derivada de la lucha contra otras enfermedades que generan brotes y epidemias de forma recurrente, podría haber contribuido a reducir el impacto de la Covid-19.

Otros elementos referidos, aunque menor medida pero que pueden haber desempeñado un importante papel, indican que las altas temperaturas del continente y que gran parte de la vida se desarrolle en su práctica totalidad al aire libre en muchas regiones, han ayudado a reducir la propagación del virus.

Podemos pensar que las debilidades históricas de África han sido su fortaleza en esta pandemia, y que la situación puede continuar esta senda. Una apuesta demasiado arriesgada para el resto del mundo si continúa sin pasar de las palabras a la acción en materia de vacunación

En este sentido hay que sumar a la lista otros dos factores: la baja densidad de población en muchas regiones de los países y la limitada red de transporte público.

La fotografía representada a lo largo de estas líneas puede traducirse en una victoria. Podemos pensar que las debilidades históricas de África han sido su fortaleza en esta pandemia, y que la situación puede continuar esta senda. Una apuesta demasiado arriesgada para el resto del mundo si continúa sin pasar de las palabras a la acción en materia de vacunación.

AL ALZA LOS BROTES DE ENFERMEDADES PREVENIBLES

Los dos años de crisis global han interrumpido gran parte de los programas de inmunización de rutina en África. Los brotes de enfermedades prevenibles por vacunaciónse han mantenido al alza en el último año. El mejor ejemplo lo encontramos en el sarampión: más de 17.000 casos entre los meses de enero y marzo, lo que supone un aumento del 400% respecto al mismo periodo de 2021. Y la Covid-19 continúa siendo una de las grandes asignaturas pendientes.

La OMS ha fijado el mes de junio para que el 70% de la población global haya recibido, al menos, una dosis de las vacunas contra la Covid-19. Nos acercamos a la meta y la mayoría de los países de África no van a cumplir. Como dato, alrededor del 60% de los trabajadores sanitarios de África todavía no han sido inmunizados, según las cifras de la OMS.

RIESGO DE NUEVAS VARIANTES

Nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos, ha repetido hasta la saciedad la OMS. Tal y como hemos visto, dos han sido ya las variantes de preocupación que se han detectado en el continente y el virus continúa mutando aunque en los países con más recursos, inmersos ya en una suerte de la normalidad perdida a principios de 2020, pensemos que la pandemia ha acabado.

Cuanto mayor sea la circulación del virus, mayores serán las posibilidades de nuevas mutaciones que originen una variante capaz de provocar una enfermedad más grave, contar con mayor capacidad de transmisión o presentar mayor escape inmunitario. La falta de equidad en el acceso a las vacunas en África es una amenaza para la salud pública global. Y, Ómicron, es el último recordatorio de lo rápido que puede cambiar la escena epidemiológica internacional.

La conclusión es clara: la incidencia de la pandemia en África está claramente subestimada. Las proyecciones efectuadas a principios de 2020 por organismos como la OMS alertaban de una crisis sanitaria sin precedentes en el continente y, aunque las cifras oficiales no reflejen la realidad, lo cierto es que los países más desarrollados, a pesar de contar con sistemas sanitarios plenamente eficientes y dotados de recursos, han tenido que hacer frente a olas de la pandemia con un grado de virulencia muy superior a las vividas en los países africanos.

Pero los casos están aumentando y gran parte de la población continúa sin estar inmunizada. El caldo de cultivo perfecto para que la pandemia vuelva a sorprendernos por algo tan simple como seguir cometiendo los mismos errores y pensar que el SARS-CoV-2 puede acabar convirtiéndose en una enfermedad endémica de los países con menos recursos.

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