¿Es posible que el SARS-CoV-2 nunca desaparezca? La evidencia científica responde

Los expertos creen que el nuevo coronavirus acabará convirtiéndose en una enfermedad endémica gracias a la paulatina inmunidad colectiva que se desarrolla gracias a las infecciones naturales y las vacunas.

Investigaciones sobre la inmunidad frente al coronavirus
Investigaciones sobre la inmunidad frente al coronavirus
CS
2 febrero 2021 | 00:00 h

Las campañas de vacunación contra la Covid-19 avanzan a distintas velocidades en todo el mundo, con una clara inequidad entre los países desarrollados y los de medianos y bajos ingresos. El camino hacia la erradicación de la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2 será largo y plantea múltiples incógnitas. El objetivo de este proceso es alcanzar la tan ansiada inmunidad colectiva: escenario en el que existan suficientes personas inmunizadas contra el virus en el que se ralentice su transmisión hasta que finalmente se detenga. Pero, incluso con la llegada de vacunas altamente efectivas, es posible que ese grado de inmunización no se logre.

¿Los motivos? Por el momento se desconoce durante cuánto tiempo la inmunidad desarrollada ante las infecciones naturales o la reportada por las vacunas será efectiva y, además, existe la amenaza de las nuevas variantes emergentes que podrían debilitar la eficacia de las inmunizaciones.

En la mente de todos surge una pregunta en relación a la fotografía que tenemos ante nuestros ojos: ¿será posible erradicar el SARS-CoV-2? Repasando la evidencia científica, hasta la fecha solo una enfermedad humana ha conseguido ser erradicada: la viruela. Una situación que se produce cuando no se reporta ningún nuevo caso y esta situación se mantiene de forma sostenida en el tiempo sin la necesidad de aplicar medidas de intervención continúas. La viruela fue erradica gracias a una vacuna altamente eficaz y al hecho de que los seres humanos son los únicos mamíferos susceptibles a la infección de este virus, siendo su único reservorio natural conocido. A pesar del uso generalizado de las vacunas y de una erradicación global que dura 32 años, todavía pueden surgir algunos brotes aislados.

En el caso del SARS-CoV-2 contamos con la desventaja de su novedad. A pesar de que ya se ha cumplido un año de la detección de los primeros casos, es un espacio temporal muy reducido si de lo que se trata es de conocer en profundidad un virus y sus mecanismos. La evidencia sugiere que el SARS-CoV-2 persiste en la naturaleza en otros seres vivos como los murciélagos y se sabe que ha infectado a visiones, gatos o gorilas entre otros animales. Esto supone un impedimento a la hora de su erradicación ya que sería necesario hacerlo de todas las especies a las que puede infectar y esto, no es factible. Motivo por el que es más correcto hablar de la eliminación de la Covid-19 (países en los que se han suprimido con éxito los nuevos casos) que de erradicación.

Por el momento se desconoce durante cuánto tiempo la inmunidad desarrollada ante las infecciones naturales o la reportada por las vacunas será efectiva y, además, existe la amenaza de las nuevas variantes emergentes que podrían debilitar la eficacia de las inmunizaciones

Tal y como explican diversos expertos en Bloomberg, la eliminación se produce cuando los esfuerzos realizados para suprimir un brote ofrecen como resultado cero nuevos casos de una enfermedad o infección en un área determinada durante un periodo prolongado. No existe por el momento una definición concreta de cuánto tiempo podría ser, pero la propuesta que se baraja es de 28 días, es decir, el doble de tiempo al periodo de incubación de la Covid-19.

Algunos países como Nueva Zelanda han logrado cero nuevos casos durante periodos de tiempo mediante férreas medidas de prevención, pero han acabado surgiendo brotes. En una pandemia, alcanzar una situación de eliminación de un virus resulta realmente complicado, prácticamente imposible, debido a las altas posibilidades de entrada de casos procedentes de viajeros.

En este sentido volvemos a poner el foco en las campañas de vacunación y el porcentaje de población que debería recibir las pautas completas para alcanzar la inmunidad colectiva. Un término sobre el que no existe un consenso cerrado, aunque la mayoría de estudios realizados en esta materia apuntan a un abanico que oscila entre el 55 y el 82% de la población. Las vacunas autorizadas, como las desarrolladas por Pfizer/BioNTech o Moderna reportan una eficacia de alrededor del 95% pero la panacea en el campo de la vacunología pasa por contar con vacunas que detengan tanto las nuevas infecciones como las enfermedades que producen. Lo que se conoce como “inmunidad esterilizante”. Un objetivo complicado como demuestran los datos de otras vacunas.

En el caso de la vacuna contra el sarampión, por ejemplo, previene la infección para que las personas vacunas no transmitan el virus mientas que la vacuna contra la tos ferina hace un buen trabajo protegiendo contra el desarrollo de enfermedad grave, pero es menos eficaz a la hora de detener la infección. Pero es necesario destacar que no es necesario que las vacunas contra la Covid-19 prevengan la infección para frenar los casos. Las vacunas no tienen que ser perfectas para tener un beneficio para la salud pública.

El director del Programa de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mike Ryan, explicaba el pasado 25 de enero que, en lugar de enfocar las vacunas en la eliminación del SARS-CoV-2, el éxito debería verse como “reducir la capacidad de este virus para matar, llevar a la gente al hospital y destruir nuestras vidas económicas y sociales”

Por ejemplo, vacunas que reduzcan la carga viral pueden disminuir la probabilidad de transmisión y disminuir el número reproductivo del virus. En este sentido el director del Programa de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mike Ryan, explicaba el pasado 25 de enero que, en lugar de enfocar las vacunas en la eliminación del SARS-CoV-2, el éxito debería verse como “reducir la capacidad de este virus para matar, llevar a la gente al hospital y destruir nuestras vidas económicas y sociales”.

En la situación actual es de vital importancia reducir el número de casos. No solo para evitar el colapso de los sistemas sanitarios y reducir el número de fallecidos. Cuanta más capacidad de circulación tiene un virus más se incrementa su posibilidad de mutar y mejorar su capacidad de propagarse y evitar la inmunidad generada tanto por las infecciones naturales como la ofrecida por las vacunas. Algunas de las variantes identificadas en los últimos meses son particularmente graves y se han extendido rápidamente por todo el mundo encendiendo todas las alarmas. Los estudios desarrollados hasta el momento han confirmado que su capacidad infectiva es mayor que la presente en otras variantes y es posible que sean más resistentes a las vacunas.

Los pronósticos de muchos expertos, entre los que se incluye la OMS, apuntan a que el SARS-CoV-2 acabará por convertirse en una enfermedad endémica. Los virus que son endémicos circulan continuamente en la comunidad, provocando a menudo picos periódicos cuando las características de la enfermedad o los patrones de comportamiento humanos favorecen la transmisión.

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