El efecto del verano en las infecciones cutáneas: el riesgo del impétigo a la tiña en los niños

La mayor exposición de la piel a los patógenos incrementa el riesgo de infecciones que pueden generar un problema de salud pública

Niños en una piscina en verano (Foto. Freepik)
Niños en una piscina en verano (Foto. Freepik)

Con el calor se tiende a ir con menos ropa, una tendencia con la que se expone más a la piel a diferentes factores, desde los solares a patógenos. En muchos casos el verano beneficia a patologías cutáneas, al hidratarse más la piel que con el frío. Sin embargo, esta propia hidratación por la sudoración y las condiciones de calor traen consigo un mayor riesgo de contraer diferentes infecciones como puede ser un herpes, la tiña o el impétigo.

Durante la época estival es común conocer brotes de diferentes infecciones cutáneas. El mayor contacto piel con piel, al estar descubierta, los baños en piscinas y playas, y los campamentos infantiles suponen un importante riesgo para contraerlas. El sol, por ejemplo, activa la aparición del herpes labial en aquellos pacientes que están infectados por el virus y lo tienen en estado de latencia.

Con la humedad de las piscinas y del sudor, así como el calor, se genera el caldo de cultivo perfecto para la aparición de infecciones por hongos. El Malassezia Furfu es responsable de la tiña versicolor, frecuente en verano cuando aumenta el sudor y la producción de sebo. Se trata de una patología que se manifiesta con un cambio de color en la piel y algo de descamación.

Los niños están más expuesto en verano a moluscos contagiosos, tiña versicolor e impétigo

En este contexto, los niños son los más expuestos a las infecciones y patologías contagiosas, al estar en mayor contacto con otros menores y al descuidar con más facilitad la higiene propia como el lavarse las manos. En este sentido, ellos tienen más riesgo de contraer enfermedades como los moluscos contagiosos, una infección viral producida por poxvirus que se caracteriza por causar la aparición de pequeñas lesiones rosadas o del color de la piel en la región umbilical, se contagia con el contacto directo pero suelen resolverse de forma espontánea; la citada pitiriasis versicolor, y el impétigo, una enfermedad muy frecuente que solo en 2016 se detectó en 155.543 personas según datos de Statista.

IMPÉTIGO

El pasado mes de julio en la Comunidad de Valencia se declaró un brote de impétigo que afectó a más de una veintena de niños que habían acudido a una escuela de verano. La alerta de salud pública llevó a la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) a reclamar a la Consejería de Sanidad y a Salud Pública medidas para frenar la transmisión de esa patología.

Como explica a ConSalud.esPatricia Guillem, catedrática de Epidemiología, Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Europea de Valencia, se trata de una enfermedad causada por las bacterias Staphylococcusaureus y Streptococcus del grupo A. “Ambos microbios, en condiciones normales, se encuentran sobre nuestra piel, pero cuando se producen lesiones, rasguños o picaduras, la barrera protectora se rompe y las bacterias se convierten en patógenos”, indica.

“Con la colaboración de todos y un mayor conocimiento de la patología se podrían reducir mucho las cifras de contagio al año”

Aunque su manifestación clínica suele ser simplemente la aparición de costras, de ampollas o de úlceras, dependiendo del tipo de impétigo del que se trate, en algunos casos raros, esta infección puede producir problemas renales, fiebre reumática, fascitis necrosantes, celulitis, infecciones de garganta y escarlatina. Además, se trata de una enfermedad bacteriana que, como el resto de estas patologías infecciosas, presenta cada vez mayores niveles de resistencia antimicrobiana.

El antibiótico, bien administrado de forma tópica o bien por vía oral, es el único tratamiento existente y que ha de ser cumplido. “El paciente y/o tutor deberá seguir las prescripciones médicas que se le realicen, haciendo un seguimiento y una observación de la evolución de sus lesiones y de cómo estás van reaccionando ante el tratamiento pautado”, matiza Patricia Guillem.

Para la experta, se trata de una patología sobre la que no hay suficiente concienciación. “Muchas muchas veces, los padres o tutores tienden a relativizar las lesiones padecidas por sus hijos y las consideran algo leve o que no requiere cuidados específicos”, manifiesta. “Con la colaboración de todos y un mayor conocimiento de la patología se podrían reducir mucho las cifras de contagio al año”, concluye.

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