Principales pilares de la lucha exitosa contra las enfermedades infecciosas emergentes

La prevención, la contención, el refuerzo de los sistemas de salud, la equidad y la innovación son las claves para controlar posibles brotes de enfermedades infecciosas emergentes.

Científico observando muestras a través de un microscopio (Foto. Pexels)
Científico observando muestras a través de un microscopio (Foto. Pexels)
Ángel Luis Jiménez
20 septiembre 2022 | 17:45 h

La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha enfrentado a la humanidad a la peor crisis sanitaria en, al menos, los últimos 100 años. En estos más de dos años y medio desde la aparición de los primeros casos de Covid-19 han sido muchas las lecciones que la lucha contra el coronavirus nos ha dejado y que pueden aplicarse a las futuras estrategias orientadas a combatir las enfermedades infecciosas emergentes.

En este sentido, el último informe publicado por la Comisión The Lancet establece cuáles son precisamente los cinco pilares sobre los que debe sustentarse todo plan de respuesta y acción ante crisis sanitarias ocasionadas por enfermedades infecciosas emergentes:

  • Prevención

Detener un brote antes de que este suceda mediante la adopción de medidas efectivas que eviten la aparición de un patógeno nuevo y peligroso.

  • Contención

Eliminar la transmisión de enfermedades de individuos infectados a individuos susceptibles después de que la enfermedad ya haya surgido.

  • Servicios de salud

Los sistemas de salud deben contar con recursos suficientes para garantizar salvar las vidas de las personas afectadas, a la vez que se garantiza la atención del resto de patologías, incluyendo los servicios destinados a la atención de la salud mental.

  • Equidad

Asegurar que las cargas económicas y sociales se repartan entre la población y que se proteja a los grupos e individuos más vulnerables.

  • Innovación y difusión global

Para lograr estos cinco pilares los expertos responsables del informe establecen la necesidad de creación de un “marco ético de prosocialidad”, es decir, la orientación de los individuos y las regulaciones gubernamentales a las necesidades de la sociedad en su conjunto, en lugar de limitar los intereses individuales. “La prosocialidad hoy en día incluye conductas voluntarias de los individuos, como el uso adecuado de las mascarillas, además de regulaciones gubernamentales, como la aplicación de normas de seguridad en el trabajo para prevenir la transmisión de enfermedades”.

"Esta pandemia estalló en un momento de debilidad global en términos de preparación. A pesar de las amplias advertencias previas sobre el aumento de los riesgos de una posible pandemia, al menos desde que se produjo el brote del síndrome respiratorio agudo severo en 2003, la mayor parte del mundo no estaba preparado para la Covid-19"

El documento señala que la prosocialidad alcanzó su punto más bajo en muchas sociedades en los dos últimos años. En muchos países la confianza social en el gobierno y otras autoridades se ha visto mermada de forma significativa en las dos últimas décadas como consecuencia del constante incremento de las desigualdades sociales. En las zonas en las que existe una baja confianza social los comportamientos prosociales son rechazados por muchos grupos.

“El éxito requiere de preparación. Construir estos cinco pilares después de que se ha iniciado un brote es demasiado tarde, ya que el mundo ha aprendido de la forma más difícil con la Covid-19. Esta pandemia estalló en un momento de debilidad global en términos de preparación. A pesar de las amplias advertencias previas sobre el aumento de los riesgos de una posible pandemia, al menos desde que se produjo el brote del síndrome respiratorio agudo severo en 2003, la mayor parte del mundo no estaba preparado para la Covid-19”, enfatiza el informe.

Una de las lecciones básicas que hemos aprendido con la Covid-19 es que el tiempo es esencial desde el momento en el que se inicia un brote provocado por una enfermedad infecciosa. Una de las características más preocupantes de las enfermedades infecciosas emergentes, como se ha comprobado con el SARS-CoV-2, es el crecimiento exponencial de estas en las etapas iniciales de la transmisión masiva.

La aparición de un nuevo patógeno supone que la mayor parte de la población, sino la práctica totalidad de esta, es susceptible de infectarse. Hecho que se traduce en que el número de nuevos casos es proporcional al número de casos infecciosos actuales, lo que implica el crecimiento exponencial de las nuevas infecciones.

“La lección básica de este rápido crecimiento de infecciones es la necesidad de actuar lo antes posible ante un nuevo brote, si el sistema de salud pública pueden identificar rápidamente el caso índice, las autoridades de salud pública pueden rastrear los contactos de esa persona de modo que todos puedan ser puestos en cuarentena”, explican los expertos.

El problema surge cuando la transmisión comunitaria ya se encuentra en marcha, especialmente ante un virus como el SARS-CoV-2 ya que la transmisión se produce tanto en personas presintomáticas, asintomáticas y con síntomas.

“Incluso con transmisión comunitaria no está todo perdido. Es suficiente con identificar y aislar una alta proporción de personas infectadas al principio de su periodo infeccioso, de modo que, en promedio, cada persona infectada dé lugar a menos de una nueva persona infectada”, lo que puede lograrse garantizando el acceso a pruebas masivas y asequibles y que la sociedad cuente en el menor tiempo posible con toda la información disponible sobre el comportamiento del patógeno, mecanismos de propagación y herramientas que les permitan protegerse.

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