Inmunosenescencia, vacunas y envejecimiento saludable: la lucha contra un enemigo proteico

La vacunación se erige como nuestra gran aliada a la hora de combatir enfermedades infecciosas, pero se necesita aumentar el conocimiento de su eficacia y adaptación en los adultos mayores debido a factores derivados de la inmunosenescencia.

Profesional sanitario administrando una vacuna a un anciano
Profesional sanitario administrando una vacuna a un anciano

El progresivo envejecimiento de la población en todo el mundo exige nuevas estrategias que garanticen una salud y bienestar sostenidos. El desarrollo de mejores vacunas y/o nuevas contra patógenos que afectan a los adultos mayores es una intervención fundamental a la hora de alcanzar este objetivo. En este sentido debemos tener en cuenta que con el aumento de la edad se produce el deterioro de varios sistemas fisiológicos entre los que se encuentra el sistema inmunológico por lo que es necesario adoptar novedosos enfoques para contrarrestar este proceso.

El primer elemento que debemos tener en cuenta es que el envejecimiento está caracterizado por cambios multifacéticos en el sistema inmunológico que conducen a una reducción progresiva de la capacidad de generar respuestas celulares y de anticuerpos eficaces contra infecciones y vacunas. Este fenómeno se denomina inmunosenescencia y puede estar afectado por factores genéticos y extrínsecos (nutrición, actividad física, comorbilidades, estrés físico y mental o exposición previa a microorganismos, toxinas o tratamientos farmacológicos).

En consecuencia, a esto las formas en las que la inmunosenescencia se presenta son proteicas y varían tanto a nivel poblacional como individual. En base a esto surge el concepto “Bioage” para describir el hecho de que la edad real no es la cronológica sino la biológica. La comprensión de las contribuciones de factores intrínsecos y extrínsecos podría desentrañar los mecanismos que conducen a la disminución progresiva de la competencia inmunológica con la edad e identificar los medios para retrasarla y contrarrestarla.

A pesar de que se ha logrado en los últimos años un importante progreso en la comprensión de los mecanismos subyacentes en el declive de la respuesta inmune a las infecciones y a las vacunas con la edad, persisten importantes lagunas de conocimiento tanto en áreas de investigación básica como traslacional. Resulta de vital importancia ahondar en el papel que juegan en este sentido aspectos como los factores ambientales, la dieta, el nivel de actividad física, las comorbilidades o los tratamientos farmacológicos.

Las formas en las que la inmunosenescencia se presenta son proteicas y varían tanto a nivel poblacional como individual. En base a esto surge el concepto “Bioage” para describir el hecho de que la edad real no es la cronológica sino la biológica

Recientes hallazgos sugieren que se pueden desarrollar enfoques exitosos dirigidos específicamente a la población de edad avanzada como las vacunas de dosis altas y con adyuvante contra la influenza estacional, la vacuna de subunidad con adyuvante contra el herpes zóster, así como intervenciones experimentales con inmunopotenciadores o inmunoestimulantes. Aprender de estos éxitos puede allanar el camino al desarrollo de nuevas vacunas o la mejora de las existentes dirigidas a los adultos mayores e inmunodeprimidos.

BENEFICIOS DE LA VACUNACIÓN EN ADULTOS MAYORES

Las vacunas representan una de las intervenciones médicas más poderosas a la hora de combatir las enfermedades infecciosas. Los programas nacionales de vacunación han reportado grandes éxitos en la reducción de la mortalidad y la morbilidad a nivel global. Una reducción que puede alcanzar incluso el 100% ante enfermedades como la viruela o la poliomielitis, cada vez más cerca de su erradicación global o el sarampión, cercano a su eliminación regional. Una fotografía muy positiva, pero en la que encontramos un error de base: la mayoría de los esfuerzos en materia de vacunación se centran en reducir la morbilidad y la mortalidad únicamente en niños, prestando rara vez atención a los adultos.

Los programas de vacunación dirigidos a adultos son ahora más importantes que nunca. Los cambios demográficos y el progresivo envejecimiento de la población requieren del desarrollo de vacunas eficaces y seguras para los adultos mayores. Muchas de las vacunas actuales son recomendadas para su uso en personas mayores como estamos viendo en caso de la Covid-19 pero su eficacia y cobertura pueden ser reducidas en los segmentos más ancianos de la población.

Una buena noticia es que los recientes avances que se han producido en campos como la inmunología, la biología molecular y la biología de sistemas están resolviendo muchos de los problemas biológicos que caracterizan la respuesta inmunitaria a medida que envejecemos. Pero el problema reside en que, a menudo, los cambios inmunológicos se estudian de forma aislada sin una descripción general integrada.

"Un enfoque integrado para comprender mejor el envejecimiento y la salud y cómo las vacunas pueden ayudar a superar algunos problemas de la inmunosenescencia es la base para permitir que las poblaciones alcancen un envejecimiento saludable y una mejor calidad de vida"

Es necesario comprender que el problema del envejecimiento de la respuesta inmune exige enfoques interdisciplinares entre científicos, epidemiólogos, médicos y autoridades de salud públicas. Una conjunción que puede derivar en la creación de un marco conceptual que facilite el desarrollo de vacunas y estrategias más apropiadas para proteger de forma más eficaz a las poblaciones que envejecen.

Las infecciones, especialmente las que afectan al tracto respiratorio, así como sus complicaciones, son una de las causas de mortalidad en todos los grupos de edad más importantes a nivel global. La morbilidad y mortalidad derivadas de infecciones respiratorias como la influenza, tos ferina o neumococos se incrementan en personas por encima de los 65 años de edad. Lo mismo sucede en el caso del herpes zóster y recientes investigaciones apuntan a un aumento de la incidencia de infecciones debidas a bacterias como el Clostridium difficile, los enterococos resistentes a la vacomicina, los estreptococos del grupo B y el Staphylococus aereus, resistente a los antibióticos en personas de edad avanzada.

En base a lo expuesto a lo largo de estas líneas y teniendo en cuenta la naturaleza pleiotrópica (en biología la pleiotropía es el fenómeno por el cual un solo gen es responsable de efectos fenotípicos o caracteres distintos y no relacionados) de la inmunosenescencia y su expresión variable entre los ancianos no resulta sorprendente que, a pesar del deterioro fisiológico de la respuesta inmune como consecuencia de la edad, la vacunación continúe siendo una de las intervenciones vitales a la hora de proteger a este grupo poblacional.

Varios estudios han subrayado el beneficio de las vacunas contra la influenza a la hora de salvar vidas y la reducción de los costes directos y sociales relacionados con la reducción de la morbilidad y la mortalidad relacionados con la influenza. Además, la falta de vacunación se asocia con un exceso de mortalidad debido no solo a las infecciones sino a las complicaciones derivadas.

Sin embargo, se ha demostrado que algunas vacunas presentan una eficacia reducida en receptores de edad avanzada o fragilidad significativa, como la vacuna basada en el virus atenuado del herpes zóster o la vacuna antineumocócica conjugada en sujetos mayores de 75 años. En este sentido un estudio publicado en Aging and Mechanisms of Disease señala que las diferencias en términos de bioedad, inmunobiografía e inmunidad entrenada pueden conciliar aparente discrepancia entre la respuesta reducida en ancianos a algunas vacunas existentes y los evidentes éxitos que se han obtenido recientemente. Es por esto que hay motivos para creer que es posible mejorar el primer punto si se logran descifrar los mecanismos subyacentes al segundo.

“Se necesita más investigación traslacional en poblaciones de mayor edad, incluidos los sistemas de vacunación para validad nuevos hallazgos científicos y tecnologías novedosas adecuadas para el desarrollo de vacunas. No todos los hallazgos en adultos sanos son necesariamente transferibles a adultos mayores (…) Comprender cómo las personas mayores se diferencian entre sí no solo en función de su composición genética, sino también de su entorno y antecedentes de infecciones y/o enfermedades previas, dieta, actividad física, comorbilidades y tratamientos farmacológicos (inmunobiografía) puede influir en el resultado de los análisis inmunológicos que hacemos (…) En conclusión, un enfoque integrado para comprender mejor el envejecimiento y la salud y cómo las vacunas pueden ayudar a superar algunos problemas de la inmunosenescencia es la base para permitir que las poblaciones alcancen un envejecimiento saludable y una mejor calidad de vida”, concluye el referido estudio.

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