La adolescencia es una de las edades más vulnerables a las afecciones de salud mental, ya sean ansiedad, depresión, trastorno de la conducta alimentaria (TCA) o trastorno obsesivo compulsivo (TOC), entre otros. Es el momento en el que la inquietud del futuro, el cambio físico, las relaciones o las situaciones vividas durante la infancia impactan en la autoestima y con ello pueden propiciar la aparición de estas patologías. Y es que al menos el 13% de los jóvenes entre 10 y 19 años sufre un trastorno de salud mental diagnosticado, según datos del último informe sobre el Estado Mundial de la infancia que elabora Unicef.
Para visibilizar el grito de auxilio de los adolescentes, el grupo Cofares ha recogido la historia de Miriam Mota, una joven con TCA. “Me sentí sola ante la vida y recurrí a la comida y al cambio físico para sentirme mejor”, señala durante el segundo capítulo de la docuserie Estamos Conectados, una serie de vídeos publicados en YouTube con historias sobre la “salud que no se ve”.
“Me decían vales cero, quién te va a querer si no soy yo… y como es algo que escuchas en boca de otros y que a su vez piensas tú, al final crees que solo puede ser verdad”
Cuando tenía ocho años, “mis padres se habían divorciado y eché en falta una explicación, la atención… Vi la obligación de cuidar a mi madre, rompí con mi infancia y la culpa me invadió”, relata. Fue entonces cuando no comer nada le hacía sentir bien, porque era un castigo por la culpa que sentía. En la adolescencia a eso se sumó la necesidad de encajar entre sus amigos, de hacerse un hueco, y comenzó a tener amistades tóxicas y a escuchar en los otros lo que ella misma se decía. “Me decían vales cero, quién te va a querer si no soy yo… y como es algo que escuchas en boca de otros y que a su vez piensas tú, al final crees que solo puede ser verdad”.
Darse cuenta de que un hijo está sufriendo estos problemas de salud mental no es fácil, ellos se esconden, ocultan lo que hacen y ver las señales son complicadas. “Mi madre se dio cuenta porque movía mucho la báscula y el espejo”. Tuvo que acudir al médico y escuchar “que posiblemente nunca me vería bien, pero que si seguía adelgazando a ese ritmo, en un mes moriría”.
La historia de Miriam es la historia de miles de chicas y también de chicos de nuestro país. En el espacio Estamos Conectados se adentra en su experiencia para ayudar a encontrar las señales, hablar de lo necesario que es el apoyo de la familia y la terapia. Un capítulo para profundizar en una patología como los TCA que afectan a unas 400.000 personas en España, 300.000 de ellos jóvenes, y que con la pandemia se han convertido en casos más graves que precisan de ayuda, de estar alerta y del trabajo de quererse a uno mismo.