La exposición combinada al cobre de todas las fuentes dietéticas y no dietéticas no plantea riesgos

Los expertos de la EFSA establecen una ingesta diaria admisible (nivel seguro) de 0,07 miligramos por cada kilogramo de peso corporal para la población adulta.

El marisco es una fuente de cobre (Foto. Pexels)

El cobre es uno de los minerales que los seres humanos necesitamos para mantener una buena salud. Nuestro organismo lo emplea para el correcto desempeño de múltiples funciones importantes como producir energía, desarrollo de los tejidos conectivos y los vasos sanguíneos. Contribuye además al mantenimiento del sistema nervioso (es fundamental para el desarrollo del cerebro) y del sistema inmunitario.

Las nueces, el marisco, el hígado de vaca, los cereales de salvado de trigo, los garbanzos, los aguacates o los champiñones son alimentos ricos en cobre que deben formar parte de un dieta equilibrada para que nuestro organismo pueda obtener la cantidad necesaria de cobre. Este mineral también está presente en nuestra dieta a través de la cadena alimentaria mediante el uso de plaguicidas orgánicos y convencionales, piensos, aditivos alimentarios, alimentos enriquecidos y complementos alimenticios.

El principal problema que encontramos con el cobre es que un exceso o defecto en nuestra dieta puede ocasionar problemas de salud. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) advierte de que una retención excesiva de cobre en nuestro cuerpo puede resultar tóxica, especialmente para el hígado. Razón por la que su Comité Científico señala que no se espera que se produzca una retención de cobre con una ingesta de hasta cinco miligramos diarios.

Se estableció una ingesta adecuada para adultos de 1,6 mg/día para hombres de y 1,3 mg/día para las mujeres

Los expertos de la EFSA establecen por tanto una ingesta diaria admisible (nivel seguro) de 0,07 miligramos por cada kilogramo de peso corporal para la población adulta. Es la primera vez que los expertos de la EFSA han estimado la exposición al cobre tanto de las fuentes dietéticas como no dietéticas. “Los niveles naturales de cobre en los alimentos e ingredientes alimentarios, así como el uso a largo plazo de utensilios de cobre y tuberías, contribuyen significativamente a su ingesta. Sin embargo, la contribución de pesticidas, aditivos alimentarios, piensos o fertilizantes es insignificante”, declaran a través de un comunicado.

El análisis enfatiza en que la leche de fórmula infantil y la fórmula de continuación contribuyen de forma importante a la exposición dietética al cobre en bebés y niños pequeños. “Sin embargo, no se esperan efectos adversos por la exposición al cobre en los niños debido a los mayores requerimientos de nutrientes para su crecimiento”.

Anteriormente, a raíz de una petición de la Comisión Europea, el Panel de Productos Dietéticos, Nutrición y Alergias (NDA, por sus siglas en inglés) de la EFSA estableció los valores dietéticos de referencias para el cobre. Al carecer de biomarcadores apropiados del estado del cobre y dadas las limitaciones en materia de evidencia, las ingestas de referencia poblacionales se definieron en función de las ingestas medias observadas en varios países europeos. De este modo se estableció una ingesta adecuada para adultos de 1,6 mg/día para hombres de y 1,3 mg/día para las mujeres. En el caso de los niños se recomienda 0,7 mg/día para niños de entre uno y tres años, 1 mg/día para niños de entre tres y 10 años y 1,3 y 1,1 para chicos y chicas de entre 10 y 18 años, respectivamente.

En el caso de los lactantes de entre siete y 11 meses la ingesta adecuada diaria se fijó en los 0,4 mg. Para las mujeres embarazadas se estima un incremento de 0,2 mg/día para cubrir la cantidad de cobre destinada al feto y la placenta durante el embarazo.

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