¿Por qué es tan complicado investigar efectos secundarios poco frecuentes de las vacunas?

Incluso los ensayos clínicos más grandes no están diseñados para detectar efectos secundarios extremadamente raros. Estos pueden ocurrir en menos de un caso por cada 10.000 vacunas.

Vacuna frente a la Covid-19 (Foto: Comisión Europea)
11 abril 2021 | 00:00 h

A mediados del pasado mes de marzo numerosos países europeos decidieron suspender de forma temporal la vacunación con la vacuna contra la Covid-19 desarrollada por AstraZeneca tras conocer algunos casos de personas que habían desarrollado problemas de trombosis tras su inoculación. La revisión preliminar realizada en su momento por la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) descartaba la existencia de un vínculo y, a pesar de que afirmaron continuar con las investigaciones, recalcaron que los beneficios de la vacuna superaban con creces a los posibles riesgos de los efectos secundarios.

El pasado miércoles 6 de abril, tras la revisión de los casos que estaban realizando, el Comité de Evaluación de Riesgos de Farmacovigilancia (PRAC, por sus siglas en inglés) establecía que, aunque estos eventos adversos son “muy raros”, deben figurar en la lista de posibles efectos secundarios de la vacuna al existir una "posible relación". A pesar de esto la conclusión es clara: los beneficios aportados por la vacuna superan los riesgos que pueda implicar. Una decisión que ha modificado la estrategia nacional de vacunación en España con la suspensión de la administración de la vacuna de AstraZeneca en menores de 60 años.

Nos encontramos ante el mejor ejemplo de lo complicado que resulta identificar efectos secundarios adversos más allá de los leves o moderados identificados en los ensayos clínicos realizados previamente a la autorización de una vacuna. La situación en la que nos encontramos es inédita. El mundo asiste en directo a una campaña de vacunación masiva en la que se están inoculando varias vacunas que han demostrado su eficacia y seguridad en ensayos clínicos que han contado con la participación de decenas de miles de voluntarios en todo el mundo. Un escenario en el que lo sucedido con la vacuna de AstraZeneca, tal y como recuerdan los expertos, demuestra la importante labor de farmacovigilancia que se está llevando a cabo con todas y cada una de las vacunas contra la Covid-19 una vez han sido autorizadas.

Incluso los ensayos clínicos más grandes no están diseñados para detectar efectos secundarios extremadamente raros. Estos pueden ocurrir en menos de un caso por cada 10.000 vacunas

Kathryn Edwards, experta en vacunas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Vanderbilt en Nashville (Tennessee) explica en Nature que se debe buscar un “delicado equilibrio” al comunicar el riesgo de efectos secundarios raros. “Es importante no descartar la posibilidad de efectos secundarios raros pero graves hasta que los investigadores puedan establecer la causalidad. Un proceso que puede llevar años”, expresa.

EJEMPLOS A LO LARGO DE LA HISTORIA

En una situación ideal, un evento adverso estaría directamente relacionado con una vacuna mediante una prueba específica. Una versión temprana de la vacuna contra la polio, que empleaba una forma debilitada del virus para generar inmunidad, provocó que aproximadamente una de cada 2,4 millones de dosis administradas provocase la enfermedad. Pero los expertos explican que este tipo de pruebas no son posibles para la gran mayoría de posibles eventos adversos ya que no existen biomarcadores específicos para demostrar o no existen tales pruebas. Esto hace que sea difícil demostrar que un evento adverso ha sido causado realmente por una vacuna, “especialmente cuando la reacción ocurre días o semanas después de la vacunación”, asegura Edwards.

Motivo por el que en la investigación de posibles vínculos entre vacunas y efectos adversos los investigadores realizan estudios para determinar si la tasa de un evento adverso en concreto en poblaciones vacunadas es similar o superior a la probabilidad de que tal evento ocurra por casualidad en personas que no han recibido la vacuna.

Debido a que ahora se están vacunando cada día millones de personas tiene sentido que incluso eventos adversos muy raros como las reacciones alérgicas graves o los trombos comiencen a notificarse

Otro ejemplo del desafío que supone la identificación de eventos secundarios adversos graves en vacunas lo encontramos en la pandemia de influenza H1N1 de 2009 (conocida como gripe porcina). Tal y como recogen en Nature las agencias de Salud Pública de Suecia y Finlandia dieron la voz de alarma ante el aumento de la tasa de narcolepsia (trastorno crónico del sueño) en niños que habían recibido una dosis de Pandemrix, una vacuna desarrollada contra la enfermedad. Los incidentes de narcolepsia se notificaron en una tasa de aproximadamente un caso por cada 18.400 dosis de la vacuna administradas. Una tasa significativamente más elevada de lo que cabría esperar por casualidad.

Los expertos indicaron en su momento que el motivo podría residir en un componente de la vacuna (adyuvante) destinado a incrementar la respuesta inmune. Si este contribuyó al aumento de los casos de narcolepsia, era una consideración importante a tener en cuenta en el diseño de futuras vacunas y así fue sugerido por los primeros estudios, aunque los resultados fueron tan variables que no se pudieron sacar conclusiones generales. Más de una década después todavía no se ha aclarado la posible relación.

Si ponemos el foco sobre las vacunas que se han desarrollado y se están desarrollando contra la Covid-19, los ensayos clínicos “están diseñados para responder a preguntas sobre la eficacia y evaluar la tasa de eventos adversos bastante comunes”, explica en el citado medio Hilda Bastian, científica independiente. Ella, al igual que los expertos en vacunas de todo el mundo, no dudan a la hora de dejar claro que las vacunas frente a la Covid-19 son seguras y eficaces para la población general.

Pero incluso los ensayos clínicos más grandes no están diseñados para detectar efectos secundarios extremadamente raros. Estos pueden ocurrir en menos de un caso por cada 10.000 vacunas. Debido a que ahora se están vacunando cada día millones de personas tiene sentido que incluso eventos adversos muy raros como las reacciones alérgicas graves o los trombos comiencen a notificarse. El desafío ahora es determinar cuáles de estos eventos realmente están relacionados con la administración de una vacuna concreta.

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